Planificar el calendario de envíos y gestionar la demanda

En el transporte marítimo internacional, no solo importa cuánto cuesta mover un contenedor, sino también cuándo se decide enviarlo. Las tendencias estacionales y las variaciones cíclicas del mercado marcan el ritmo. Una empresa que dispone de datos actualizados sobre tarifas y demanda puede adelantarse a los picos de precios, reservar espacio en los buques antes de la congestión y, en definitiva, convertir el tiempo en un aliado en lugar de un enemigo.

Ejemplos reales

  • En Estados Unidos, la temporada alta de importaciones, que normalmente se concentra entre julio y octubre, se adelantó este año. Muchos cargadores decidieron mover mercancía meses antes para evitar los aumentos de tarifas vinculados a nuevos aranceles. El resultado fue un pico prematuro de la demanda y una caída abrupta de precios en los meses posteriores (Financial Times, Freightos).
  • Según Freightos, muchas empresas adelantaron sus envíos en abril y mayo. Para junio, los precios alcanzaron máximos, y a mediados de julio habían caído drásticamente. Quienes enviaron antes del pico ahorraron costes significativos y aseguraron espacio en buques sin sufrir retrasos.
  • La guerra comercial entre China y EE. UU. también ha alterado los patrones tradicionales. El tráfico desde China hacia EE. UU. cayó un 30 %, con una reducción del 23 % en las tarifas entre Shanghái y Los Ángeles. Algunas compañías optaron por almacenar mercancías cerca de sus plantas en Asia en lugar de embarcar de inmediato, evitando así costes elevados e incertidumbre en tránsito (Cinco Días).
  • En Europa, la temporada alta también llegó antes de lo previsto. El tradicional pico de julio se desplazó a mayo debido a la crisis del mar Rojo y a la falta de equipos disponibles. Las empresas que ajustaron su calendario a tiempo lograron sortear congestiones y evitar incrementos drásticos de precios (SWW Logistics).

¿Quién dentro de la empresa se encarga de estas decisiones?

La responsabilidad suele recaer en el supply chain manager o en el responsable de logística internacional, que analizan a diario índices como el SCFI, el FBX o el XSI (Xeneta Shipping Index). En grandes corporaciones, esta función se reparte entre equipos de procurement logístico y transport managers, que cruzan la información de tarifas con previsiones de ventas y niveles de inventario. En pymes o compañías más pequeñas, el peso recae en el director de operaciones o incluso en el propio gerente, apoyados por transitarios que les proporcionan datos y cotizaciones en tiempo real.

¿Qué acciones concretas permite la información de mercado?

La información de mercado no se queda en un gráfico o en una estadística: se traduce en decisiones muy concretas. Cuando las previsiones apuntan a una subida de precios o a una congestión estacional, muchas empresas deciden adelantar sus envíos, asegurándose espacio en los buques y tarifas más bajas. En cambio, si la demanda cae y las tarifas acompañan, es habitual que opten por retrasar aquellas cargas que no son urgentes, aprovechando un escenario más favorable para su bolsillo.

También entra en juego la gestión de inventarios. Anticiparse a los picos permite acumular stock en destino, evitando el recurso a envíos de última hora que, además de caros, suelen ser más difíciles de coordinar. Por último, las tendencias sirven como brújula en la negociación: las empresas pueden ajustar sus contratos con las navieras en función de la evolución del mercado, evitando así quedar atrapadas en tarifas elevadas justo cuando el resto del sector ya está pagando menos.

En definitiva, la información se convierte en acción. Y esas decisiones, aparentemente pequeñas en el calendario, marcan la diferencia en costes, en fiabilidad y en competitividad.

El conocimiento de las tendencias de precios transforma la forma en la que las empresas gestionan el calendario de envíos. Quienes monitorizan el mercado no reaccionan tarde: se adelantan, optimizan costes y aseguran espacio cuando otros luchan por conseguirlo. El resultado es una cadena de suministro más estable, clientes mejor atendidos y un ahorro tangible que refuerza la competitividad en mercados cada vez más exigentes.