En un mundo globalizado donde más del 90 % del comercio internacional se mueve por mar, las operaciones logísticas están más interconectadas que nunca. Los buques modernos transportan miles de contenedores y mercancías pertenecientes a centenares de propietarios de todo el mundo. Pero por muy avanzado que sea el sector, el mar sigue siendo impredecible: tormentas, incendios, abordajes, varadas… Cuando ocurre una emergencia, el capitán debe tomar decisiones en cuestión de minutos para proteger la vida humana, la integridad del buque y el conjunto de la carga.
Y es aquí donde entran en juego las Reglas de York y Amberes. Estas normas internacionales permiten que, en caso de que una parte del cargamento se pierda o se incurra en gastos extraordinarios para salvar el resto, esas pérdidas no recaigan únicamente sobre el afectado, sino que se repartan de forma equitativa entre todos los implicados.
¿Qué problema resuelven las Reglas de York y Amberes?
El principal desafío es la distribución justa de los costes en situaciones de emergencia marítima. Imagina que un buque debe arrojar contenedores al mar para evitar hundirse. ¿Quién asume esa pérdida? ¿El dueño de esos contenedores? ¿El armador? ¿Los demás cargadores, aunque su mercancía haya llegado sin daños?
En esos casos, se declara una avería gruesa: un principio jurídico que establece que los sacrificios realizados voluntariamente para salvar el conjunto del viaje deben ser compartidos entre todos los beneficiados. Las Reglas de York y Amberes detallan qué se puede considerar avería gruesa, qué gastos son admisibles y cómo debe hacerse el reparto.
Sin estas reglas, las disputas entre partes serían interminables, los litigios costosos y los procesos aseguradores mucho más complejos. En cambio, su existencia permite actuar rápido, con seguridad jurídica, y mantener la estabilidad del comercio marítimo.
¿Qué son exactamente y cómo han evolucionado?
Las Reglas de York y Amberes son un conjunto de normas elaboradas y acordadas por la comunidad marítima internacional desde 1890. Aunque no forman parte del derecho internacional obligatorio, sí se incorporan habitualmente en los contratos de transporte (conocimientos de embarque o B/L) como cláusula contractual. Y cuando se aplican, son vinculantes.
Su origen se remonta a la Lex Rhodia de la antigua Grecia, que ya establecía que, si se arrojaba carga al mar para salvar el barco, los costes debían repartirse. A lo largo de los siglos, cada país desarrolló versiones distintas de este principio, hasta que en el siglo XIX se vio la necesidad de una regulación unificada. Desde entonces, las Reglas han sido revisadas en varias ocasiones: 1924, 1950, 1974, 1994, 2004 y la más reciente en 2016, que introdujo mayor claridad en el tratamiento de ciertos gastos, como los de salvamento comercial.
¿Por qué se llaman Reglas de York y Amberes?
Las Reglas de York y Amberes reciben su nombre porque fueron negociadas y adoptadas originalmente en dos ciudades clave para el comercio marítimo internacional: York (Inglaterra) y Amberes (Bélgica).
¿Qué papel tuvo York? La ciudad de York acogió en 1864 el primer congreso marítimo internacional, en el que se planteó por primera vez la necesidad de unificar criterios sobre el reparto de pérdidas y gastos derivados de la avería gruesa. Hasta entonces, cada país aplicaba sus propias normas, lo que generaba inseguridad jurídica y conflictos frecuentes en el comercio marítimo internacional.
¿Y por qué Amberes? Amberes, uno de los principales puertos europeos del siglo XIX, fue sede de congresos posteriores, en especial el Congreso de 1877, donde se revisaron y consolidaron muchos de los puntos discutidos en York. Gracias a estas reuniones sucesivas, se alcanzó un consenso internacional que dio lugar a las reglas que conocemos hoy.
Por eso, como símbolo de este acuerdo histórico entre operadores marítimos y juristas de diferentes países, se decidió nombrarlas combinando ambas ciudades: York y Amberes. Este nombre representa el origen geográfico y diplomático de un sistema de reglas creado para dar estabilidad, previsibilidad y justicia al transporte marítimo internacional.
¿Qué tipo de situaciones cubren?
Algunos ejemplos típicos de lo que regulan las Reglas de York y Amberes son:
- Descarga de mercancías al mar (jettison) durante una tormenta para aligerar el buque.
- Daños intencionados al barco o la carga para extinguir un incendio que amenazaba todo el conjunto.
- Remolque de emergencia si el buque queda a la deriva y se busca ayuda para evitar la pérdida total.
- Desvío a un puerto seguro con gastos portuarios y de descarga extraordinarios.
- Costes de almacenamiento y nueva carga, si se han retirado mercancías para reparar el casco tras una varada.
Gracias a las Reglas, se sabe con precisión qué gastos se pueden reclamar como avería gruesa y cuáles no, cómo se ajustan las contribuciones y cómo se nombra un ajustador imparcial para coordinar el reparto.
¿Por qué esto debería preocuparte como empresa exportadora?
Porque incluso si tu carga llega a destino sin un rasguño, puedes verte obligado a contribuir económicamente si ha habido una avería gruesa. Es más: si no tienes una póliza de seguro adecuada, podrías enfrentarte a facturas inesperadas que pueden poner en riesgo tus márgenes comerciales.
En Kokargo creemos que las empresas deben ser conscientes de lo siguiente:
- Asegúrate de que tu seguro cubre expresamente la contribución a avería gruesa.
- Comprueba que el B/L (conocimiento de embarque) incorpora las Reglas de York y Amberes, como es habitual.
- Entiende que si no participas en el reparto de los costes, tu carga puede ser retenida en destino hasta que se deposite una garantía.
- Forma a tu equipo logístico en el funcionamiento de estas normas, especialmente si trabajas con rutas interoceánicas de alto riesgo.