El sector de los productos químicos, especialmente aquellos destinados a la fabricación de tintes, enfrenta un entorno cada vez más competitivo a escala global. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), las exportaciones de productos químicos se han incrementado cerca de un 4% anual durante la última década, reflejando la diversificación de los mercados y la necesidad de abarcar múltiples destinos.
En este escenario, colaboramos con una compañía química que pertenece a un grupo empresarial chino opera con varias rutas internacionales y volúmenes dispares, lo que complica su gestión logística. Concretamente, realizan envíos de contenedores completos (FCL) desde China hasta los Países Bajos, continuando por carretera hasta España; también efectúan rutas triangulares desde Grecia hasta Egipto y, en el pasado, recurrían a transporte LCL hacia Argelia antes de la interrupción de las relaciones diplomáticas.
Por otra parte, están evaluando nuevas opciones para mandar producto desde Alemania a Sudamérica, reto que hasta ahora solucionaban reenviando mercancías desde China. Aunque a veces sus cargas no superan las 12 toneladas —lo equivalente a medio contenedor—, acostumbran a pagar FCL para garantizar tiempos y simplificar trámites, aun cuando esto reduce márgenes de ganancia. El resultado es la necesidad constante de encajar distintos orígenes, destinos y volúmenes en una estrategia unificada de transporte marítimo.
El problema: tiempos muertos y combinaciones logísticas complejas
La principal dificultad se origina en el tiempo que tardan en llenar un contenedor completo. Consolidar la producción de diferentes plantas en un solo envío exige combinar volúmenes dispares y coordinar calendarios que rara vez encajan a la perfección. Como consecuencia, a menudo dejan espacio vacío en los contenedores o soportan largas esperas hasta completarlos. Esto retrasa la entrega final y puede forzar a la empresa a pagar sobrecostes de almacenamiento o a enfrentarse a penalizaciones por incumplimiento de plazos. Además, algunos de sus componentes químicos se catalogan como mercancías peligrosas, lo que complica la búsqueda de soluciones LCL. Sin embargo, los procesos para llenar un FCL de estos productos acaban por ser igual o incluso más lentos si no se da una producción estable que alcance pronto la capacidad necesaria.
Esta empresa, que anualmente mueve entre 6 y 8 contenedores de 20 toneladas cada uno para Egipto, se topa con el mismo inconveniente en sus envíos desde Alemania a Sudamérica, donde rara vez alcanzan la carga completa: unas 12 toneladas de media. Además, las rutas por camión desde los Países Bajos a España suman un coste logístico adicional, sobre todo si no se optimiza el espacio de cada vehículo. La consecuencia más visible es la merma en la rentabilidad de las operaciones, pues la compañía prioriza la simplicidad del FCL frente a la flexibilidad de agrupar cargas parciales.
El aspecto clave: la necesidad de flexibilizar el transporte
¿Cómo alinear las estrategias de producción y exportación para no depender exclusivamente de contenedores completos, sin asumir riesgos excesivos ni demoras considerables, sobre todo cuando la mercancía incluye materias primas calificadas como peligrosas? En un mercado de tintes que avanza a un ritmo vertiginoso, la capacidad de ajustar envíos a la demanda real y en plazos reducidos se vuelve fundamental. No basta con confiar en un solo modelo logístico; la versatilidad se convierte en el factor determinante para competir en escenarios que exigen distribución en tres continentes distintos y contemplan envíos que van desde apenas 12 toneladas hasta camiones repletos.
La solución: aprovechar lcl y fcl para optimizar las rutas internacionales
La mejor estrategia para una empresa química con rutas tan diversas y complejas consiste en implementar un sistema de transporte marítimo mixto que combine FCL y LCL de manera inteligente. A través de servicios especializados que admiten mercancías peligrosas en carga compartida, es posible aprovechar las siguientes ventajas:
- Reducción de tiempos de espera: al no depender exclusivamente de llenar un contenedor, se pueden despachar lotes de menor tamaño de forma inmediata. Esto acelera la llegada del producto a su destino, elimina cuellos de botella y disminuye la necesidad de maniobrar calendarios de producción inconexos.
- Optimización de costes y espacio: aunque el transporte LCL de materiales peligrosos conlleva un proceso de homologación más riguroso, resulta más rentable que sufrir demoras prolongadas o enviar contenedores medio vacíos. Además, coordinar envíos triangulares desde distintos orígenes se facilita al no supeditar todo a un solo punto de carga.
- Flexibilidad en rutas y mercados: la empresa puede mantener rutas consolidadas para grandes volúmenes (como los embarques desde China) mientras aborda con LCL aquellas exportaciones fraccionadas (caso Alemania-Sudamérica), de modo que no frene su expansión en mercados emergentes por falta de carga suficiente.
- Mejor asignación de recursos logísticos: gracias a la modalidad LCL, las fábricas reparten la producción sin verse obligadas a encajar tiempos imposibles para cuadrar el llenado de un contenedor completo. A su vez, se minimizan tensiones en los almacenes y se reducen las sanciones por retrasos en puerto.
Con el respaldo de un operador especializado en envíos marítimos y en la manipulación de mercancías peligrosas, esta empresa ha encontrado la vía para agilizar entregas y ampliar su cobertura internacional sin sacrificar rentabilidad. Al equilibrar el uso de FCL y LCL, ha logrado recortar los tiempos de espera y los gastos adicionales asociados a penalizaciones por contenedores retenidos o espacio ocioso. La inversión en una logística más flexible se ha traducido en un mayor cumplimiento de los plazos y en una consolidación de su presencia en diferentes mercados alrededor del mundo.