Se trata de un modelo de distribución que se cimenta sobre un eje central estratégico -Madrid- conectado con cuatro nodos logísticos clave: Barcelona, Valencia, Bilbao y Zaragoza. Esa forma de diamante define hoy gran parte del flujo de mercancías nacional e internacional.
¿Por qué es fundamental? Madrid actúa como centro neurálgico: acoge el puerto seco de Coslada, plataforma que concentra cerca del 92 % del tráfico ferroviario de mercancías a nivel capitalino, con conexiones directas mediante tren a puertos marítimos de Valencia, Barcelona, Bilbao y Algeciras. A su vez, Zaragoza, con su inmensa Plataforma Logística PLA‑ZA, vertebra ejes ferroviarios y por carretera, ubicándose como hub intermedio entre Madrid, Bilbao, Valencia y Barcelona.
¿Qué ocurre en el eje mediterráneo? El Corredor Mediterráneo -que recorre Cataluña, Comunidad Valenciana y Andalucía- es crucial para el transporte de mercancías a través de la costa, conectando con los principales puertos mediterráneos de España. Valencia, por su lado, está consolidándose como una de las principales plazas logísticas del país, con más de 650 000 m² de plataformas en construcción y 739 213 m² de suelo en gestión a finales de 2024.
¿Por qué se habla de un “diamante”? Porque las interconexiones Madrid-Barcelona, Madrid-Valencia, Madrid-Bilbao y Madrid-Zaragoza configuran un sistema de ejes de transporte terrestre, ferroviario y aéreo que concentra el tráfico, pero también genera vulnerabilidades. Cualquier incidente en alguno de estos corredores obliga a reconfigurar rutas, redirigir flujos y movilizar recursos adicionales.
¿Cuál es la salud actual de ese sistema? La logística española representa entre el 8,5 % y el 10 % del PIB, emplea más de un millón de personas y ha vivido un crecimiento del 18 % en demanda logística en 2024, frente a una caída del 11,6 % en el resto de Europa. Pero el sistema también enfrenta retos: cuellos de botella ferroviarios como Zaragoza-Valencia, que afecta la industria aragonesa, necesitan inversiones urgentes. Además, Castilla y León apuesta por reforzar su conectividad: la nueva terminal de mercancías en Valladolid está llamada a conectar con Madrid, Valencia, Zaragoza y Algeciras, generando entorno a 1 000 empleos. También destaca el éxito del Centro Logístico Intermodal de La Rioja, que ha movilizado más de 1 700 contenedores en sólo dos años hacia los puertos de Bilbao y Barcelona.
Implicaciones para las empresas exportadoras
Este modelo de logística en diamante ofrece grandes ventajas: centralización de nodos, eficiencia en distribución y capacidad de conectar con puertos y aeropuertos clave. Pero también expone a interrupciones en alguno de los ejes: un bloqueo en el corredor Zaragoza-Valencia compromete la salida al levante; un problema en Madrid puede encarecer o ralentizar toda la cadena nacional.
Las empresas exportadoras deben contemplar lo siguiente:
- Diversificar rutas y medios: no depender solo del Corredor Mediterráneo o de la A-2 o A-3; explorar conexiones intermodales como tren desde Valladolid o La Rioja.
- Planificar ante congestiones: Zaragoza−Bilbao pueden ser alternativas si el eje Madrid–Valencia se atasca.
- Apostar por hubs emergentes: el desarrollo ferroviario en Valladolid o La Rioja puede ser clave de cara a una logística más resiliente.
- Colaborar en innovación y digitalización: herramientas como el control digital de flujos logísticos o puertos secos (ej. Coslada) permiten anticiparse a problemas y responder con agilidad.
En Kokargo creemos que es vital que las empresas que exportan aprovechen la robustez del diamante logístico, pero también se anticipen a sus puntos débiles. Solo así podrán garantizar certeza en sus envíos y competitividad en el mercado global.