El modelo marítimo flexible de Kokargo puede desbloquear tus exportaciones y acelerar tu cadena de suministro

En el corazón de Barcelona opera una compañía dedicada a la fabricación de artículos plásticos para el hogar, una firma con demanda estable en mercados como Egipto o Panamá. Sus clientes internacionales compran con regularidad, pero lo hacen en volúmenes fragmentados, insuficientes para llenar un contenedor completo con la frecuencia que desearían. Ese desfase genera una realidad incómoda: los pedidos se acumulan, los plazos de reposición se alargan y la empresa queda atrapada en un ciclo logístico rígido que ralentiza su capacidad de respuesta.

La escena se repite mes tras mes. Llega una orden de compra, después otra, y otra más, siempre en cantidades moderadas. El producto ocupa espacio, viaja bien, es resistente, pero llenar un FCL puede llevar hasta siete u ocho semanas. Mientras tanto, el almacén se satura, el cliente espera y la empresa pierde agilidad en mercados donde la rapidez puede significar conservar o perder una cuenta. Este patrón ha quedado tan normalizado que muchas compañías lo aceptan como un peaje inevitable del comercio marítimo, cuando en realidad es un síntoma de un sistema que ha dejado de ajustarse a las necesidades actuales.

¿Dónde está el problema que compromete la competitividad y la fluidez operativa?

La raíz del problema es doble. Por un lado, el FCL sigue siendo la opción más económica por unidad enviada, pero es implacable en un requisito: exige volumen inmediato. Y cuando el volumen llega a cuentagotas, la logística se convierte en un freno comercial. Se retrasa el envío, se retrasa la facturación, se retrasa el cobro. El cliente, mientras tanto, pierde paciencia.

Por otro lado, recurrir al LCL tradicional tampoco resuelve la ecuación. Los precios por metro cúbico suelen ser demasiado elevados para productos de bajo valor unitario. Además, el tiempo de tránsito real se ve afectado por consolidaciones intermedias que añaden días —a veces semanas— al recorrido. El resultado es claro: FCL barato pero lento, LCL flexible pero poco competitivo. Dos extremos que no permiten abastecer mercados de forma constante.

A ello se suma un matiz relevante. Cuando la empresa envía a golpes grandes —acumulando durante semanas para llenar el contenedor— toda la organización se congestiona. Se produce un pico de actividad seguido por periodos muertos. Se almacena demasiado. Se pierde visibilidad del flujo real. Y aunque enviar en volúmenes más pequeños requiere un control más detallado sobre lo que ya ha salido y lo que falta por despachar, esa misma visibilidad es la que permite cobrar antes, evitar saturaciones internas y mantener el ritmo comercial sin interrupciones.

¿Qué solución permite enviar antes, cobrar antes y servir mejor a los clientes internacionales?

La alternativa surge cuando se rompe el esquema tradicional y se adopta un modelo que funciona casi como un courier marítimo. En Kokargo creemos que muchas empresas pueden ganar una ventaja competitiva inmediata si dejan de depender del momento en que consiguen llenar un FCL y pasan a trabajar con espacios asignados por metro cúbico en fechas fijas.

Nuestro enfoque es sencillo y potente: ofrecemos metros cúbicos concretos en rutas específicas, a precios muy competitivos y con salidas establecidas de antemano. Y aquí está la clave: podemos enviar por debajo del coste de un LCL, un coste que permite mover mercancía de forma constante sin esperar semanas para llenar un contenedor. El cliente no tiene que esperar ni asumir los costes elevados de un LCL tradicional; solo tiene que encajar su mercancía en nuestras salidas. Es un cambio de lógica. Dejas de estar condicionado por el volumen disponible y pasas a aprovechar una capacidad optimizada de antemano.

Para empresas como la del caso que analizamos, esto significa enviar cuando lo necesitan, no cuando por fin llenan un contenedor. La mejora es inmediata: mayor liquidez gracias a una facturación más constante, menos mercancía inmovilizada en almacén, un flujo operativo mucho más homogéneo y clientes internacionales mejor atendidos con tiempos de reposición más cortos.

Sí, implica mantener un registro claro de qué se ha enviado y qué queda pendiente, pero ese supuesto “desventaja” se transforma en una fortaleza: el negocio fluye, se cobra de forma regular, se trabaja sin picos de estrés y se evita la rigidez que durante años ha limitado el crecimiento en mercados clave. En un entorno global donde cada día de retraso se paga caro, disponer de un servicio marítimo flexible y fiable no es una opción; es una palanca competitiva.