Charlamos con Ana Beltrán, responsable de logística inversa en una empresa española de gran consumo. Ingeniera industrial y apasionada por la sostenibilidad, lidera el equipo encargado de gestionar devoluciones, reacondicionamientos y reciclaje de productos. En esta entrevista nos explica cómo la logística inversa puede convertir un problema en una oportunidad y por qué dar una segunda vida a los productos es ya una cuestión estratégica para cualquier compañía.
Ana, para empezar, cuéntanos un poco sobre ti. ¿Quién eres y cómo llegaste al sector logístico?
Soy ingeniera industrial y llevo más de quince años trabajando en el ámbito de la logística. Empecé en distribución y transporte, en proyectos muy operativos, pero siempre me interesó la parte más analítica: entender cómo se mueven los productos y cómo se pueden optimizar los procesos. Hace unos años me propusieron liderar la parte de logística inversa y descubrí un área que combina dos cosas que me apasionan: la eficiencia y la sostenibilidad.
Para quien no esté familiarizado, ¿cómo definirías la logística inversa?
Es la parte de la cadena de suministro que gestiona el camino de vuelta de los productos: desde el cliente hasta el fabricante, el distribuidor o el punto de reciclaje. Incluye devoluciones, recuperación de envases, reacondicionamiento, reciclaje y eliminación responsable. En resumen, se trata de devolver valor a lo que ya ha cumplido su función. Antes se veía como un coste, hoy es una oportunidad para ahorrar, cuidar el medio ambiente y mejorar la satisfacción del cliente.
¿Cuáles son los mayores retos de este trabajo?
La incertidumbre. En logística directa sabes lo que sale y cuándo. En la inversa, nunca sabes exactamente qué volverá, en qué estado o en qué momento. Hay que tener procesos muy claros: recepción, clasificación, decisión sobre qué hacer con cada artículo. Y mucha coordinación. Un fallo en una devolución puede generar un coste innecesario o incluso un problema ambiental.
¿Qué decisiones tomas en el día a día?
Evaluamos cada devolución: si el producto puede volver a stock, si conviene repararlo o si se destina a reciclaje. También analizamos datos constantemente: tiempo medio de devolución, coste por artículo, porcentaje de material recuperado… No se trata solo de “recoger cosas”, sino de convertir información en decisiones que ahorran recursos y reducen impacto.
¿Cómo se organiza un equipo de logística inversa?
Es un trabajo totalmente transversal. Colaboramos con atención al cliente, almacén, calidad, sostenibilidad, transporte y hasta con marketing. Yo siempre digo que somos el punto de encuentro entre lo operativo y lo responsable. Coordinar bien es clave: si uno falla, se bloquea toda la cadena. Y además hay que mantener la motivación del equipo, porque la logística inversa exige mucha paciencia y precisión.

¿Qué papel juega la tecnología en vuestro día a día?
Fundamental. Sin tecnología, sería imposible. Usamos sistemas de gestión de devoluciones, trazabilidad con códigos QR y bases de datos para seguir cada artículo desde que el cliente lo devuelve hasta su destino final. También empleamos herramientas de análisis para entender por qué se devuelven ciertos productos y qué mejoras podemos aplicar. En este trabajo, los datos son nuestros mejores aliados.
¿Qué te motiva personalmente de esta profesión?
Sentir que mi trabajo tiene un propósito. No solo movemos mercancía; ayudamos a reducir residuos, a ahorrar recursos y a hacer las cosas mejor. Ver cómo algo que antes se consideraba un “problema logístico” se transforma en valor es muy gratificante. Cuando consigues reintroducir un producto reacondicionado o reciclar toneladas de material, entiendes que la logística inversa no es un gasto: es inversión y compromiso.
¿Cuál ha sido el proyecto que más te ha marcado?
Uno de envases retornables para productos industriales. Conseguimos recuperar más del 80 % de los envases y reducir las compras de material nuevo en un 40 %. Fue un proyecto complejo, con proveedores, transporte y normativa ambiental de por medio, pero cuando ves los resultados —menos residuos, menos costes, mejor imagen de marca— todo merece la pena.
¿Cómo se convence a la dirección de que esto no es solo una obligación ecológica?
Con números. La sostenibilidad convence cuando se traduce en eficiencia. Una devolución reacondicionada cuesta mucho menos que fabricar desde cero. Además, mejora la percepción del cliente: las empresas que gestionan bien sus devoluciones fidelizan más. Mostrar datos claros de ahorro y satisfacción hace que la dirección lo vea como una ventaja competitiva, no como un gasto adicional.
¿Qué habilidades necesita una responsable de logística inversa?
Curiosidad, capacidad analítica y empatía. Hay que entender tanto la parte técnica como la humana: detrás de cada devolución hay una persona. También hace falta liderazgo y orden, porque gestionas equipos, plazos, transportes y proveedores. Y algo esencial: tener mentalidad sostenible. Si no crees de verdad en la economía circular, se nota.

¿Cómo ves el futuro de la logística inversa en España?
Está creciendo muy rápido. Cada vez más empresas lo incluyen en su estructura, ya no solo por obligación legal, sino por convicción. El cliente exige transparencia y soluciones responsables. Creo que en pocos años habrá departamentos de logística inversa en casi todas las compañías medianas y grandes. Y eso es una buena noticia: significa que la sostenibilidad ha pasado de ser un discurso a ser gestión real.
A nivel personal, ¿te consideras muy ecológica fuera del trabajo?
Intento ser coherente. Reciclo, compro de forma más consciente y evito el desperdicio. Pero sobre todo intento educar a mis hijos en la idea de que todo tiene un valor, incluso lo que ya no usamos. Creo que la sostenibilidad empieza en casa, con gestos pequeños.
¿Qué le dirías a alguien que quiere dedicarse a este campo?
Que no lo dude. Es un área con muchísimo futuro. Le diría que observe cómo funcionan las devoluciones, que se forme en logística y sostenibilidad, y que aprenda a analizar datos. La logística inversa mezcla lo mejor de dos mundos: eficiencia y propósito. Y cuando trabajas en algo que mejora tanto el negocio como el planeta, no hay rutina posible.