El transporte marítimo internacional se mueve en un entorno de máxima incertidumbre. Las tarifas cambian de forma brusca: un contenedor que ayer costaba 1.500 USD puede costar hoy 2.500. La congestión en puertos, la falta de equipos y el precio del combustible solo añaden más volatilidad. En este contexto, tomar decisiones sin información fiable es un riesgo enorme. Los datos se convierten en la brújula que guía la estrategia. Permiten ver tendencias antes de que se materialicen, anticipar picos de demanda y ajustar presupuestos sin improvisar. En definitiva, transforman la reacción en planificación.
¿Cuánto tiempo se puede ahorrar con información en tiempo real?
Los RFQs son un ejemplo claro de ineficiencia cuando faltan datos. Preparar una licitación implica recopilar tarifas, cotejarlas, rehacer cálculos y consolidar todo en un documento. Es un proceso lento, que puede llevar horas. Con información estructurada y actualizada, esa tarea se simplifica al máximo. Lo que antes era manual, ahora se resuelve con un par de clics. En promedio, se ahorran tres horas por cada RFQ. Tres horas que, sumadas a lo largo del año, se convierten en semanas enteras de trabajo liberadas. Ese tiempo ganado se destina a lo que realmente impulsa el negocio: diseñar nuevas rutas, optimizar procesos y cuidar clientes clave.
El impacto económico es directo. No se trata de un ahorro marginal, sino de cifras que transforman balances. Una empresa que mueve 50.000 TEUs al año y consigue ajustar un 3% sus costes gracias a los datos ahorra más de dos millones de euros. La ventaja no está solo en el precio negociado, sino en la capacidad de evitar errores: no pagar de más en un mercado a la baja, no quedar fuera de capacidad en un mercado al alza, no aceptar condiciones que no reflejan la realidad.
Tener visibilidad del mercado otorga poder de negociación. El proveedor sabe que hablas con pruebas en la mano, y esa posición cambia la dinámica de cualquier acuerdo.
¿Qué impacto tienen los datos en el éxito de las licitaciones?
En una licitación no gana siempre quien ofrece el precio más bajo. Gana quien transmite confianza y consistencia. Una oferta respaldada por datos transparentes cumple esa función. Los clientes perciben que la propuesta está alineada con la realidad del mercado, no inflada ni desajustada. Esto incrementa la tasa de adjudicación entre un 10% y un 25%. Ese margen puede parecer pequeño, pero aplicado a decenas de licitaciones al año supone una diferencia enorme en facturación. Además, una oferta clara y bien fundamentada abre la puerta a relaciones comerciales más duraderas, porque los clientes prefieren trabajar con proveedores que proyectan estabilidad y profesionalidad.
¿Cómo mejora la competitividad frente a otros transitarios?
La competitividad no es una cuestión de suerte, sino de preparación. En un mercado donde las oportunidades se definen en minutos, responder con rapidez a una solicitud spot es vital. Quien trabaja con datos fiables puede contestar en cuestión de minutos, mientras otros necesitan horas. Esa velocidad transmite seguridad y genera confianza inmediata en el cliente. Pero no es solo cuestión de inmediatez: también está la capacidad de anticiparse. Detectar temporadas de alza o baja, ajustar la estrategia antes que los demás y entrar al mercado mejor posicionado. Así, la empresa deja de reaccionar y empieza a liderar. Y en un sector con márgenes tan ajustados, esa diferencia se traduce en contratos ganados y clientes retenidos.
¿Qué riesgos asume una empresa que no trabaja con datos?
No contar con datos fiables es abrir la puerta a un conjunto de riesgos que erosionan poco a poco la rentabilidad. Se paga de más en los contratos, se pierden licitaciones frente a competidores más ágiles y se firman acuerdos que dejan a la empresa en desventaja. Todo ello repercute en los márgenes y, a largo plazo, en la supervivencia. Además, la falta de información resta capacidad de negociación. El proveedor detecta la debilidad y ajusta la balanza a su favor. En un entorno global donde cada dólar cuenta, este tipo de errores puede marcar la diferencia entre crecer o retroceder. La conclusión es clara: sin datos, la estrategia queda incompleta y la empresa se expone a perder competitividad de forma estructural.